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Madre María Josefa del Corazón de Jesús


“Lo que Dios quiera, como Dios quiera


cuando Dios quiera”

Madre Maravillas



Acabo de leer impresionado una breve biografía de la Madre María Josefa del Corazón de Jesús, carmelita descalza y priora durante años del Monasterio del Cerro de los Ángeles. He de reconocer que la vida de los santos es quizá el modo más diáfano de comunicarse de Dios a las almas que, como la mía, muchas veces se distraen en lo accesorio. La belleza de la vida de la Madre María Josefa me ha recordado que sólo Dios basta.

La orden carmelitana cuenta con una gran cantidad de santos, especialmente destacados algunos de ellos. Entre nosotros, la Madre Maravillas es una de esas santas que quitan el hipo, fiel hija de la Fundadora. La Madre María Josefa, continuadora de la Madre Maravillas, no se queda corta. Quienes tuvieron la suerte de conocerla atestiguan que Cristo colmó su corazón con gracias reservadas para muy pocos. Nació en 1915 y murió en 2004. Su recuerdo, vivo, hermoso y pleno de Dios, alimenta aún El Cerro. Tengo la impresión de que a partir de ahora mi querida Madre María Josefa va a tener que aguantar mis pobres oraciones y presentarlas al Señor. Seguro que lo hará con gusto.

Fiel hija espiritual de su maestra y preceptora Madre Maravillas, la vida de nuestra carmelita se podría resumir en las frases que anteceden a este post. Dios y nada más que Dios. María Josefa desea extinguirse poco a poco en su Señor, de modo que sea Él quien viva en ella. La voluntad de Dios sobre todo y todos. La voluntad de Dios principalmente sobre la propia. Con esa vocación a la extinción del propio yo, resultado de la gracia divina y la entrega personal, María Josefa vive ejemplarmente su carisma carmelitano.

Lo que llama la atención de esta monja santa es que vive escondida en Dios. Como santa Teresa, como la Madre Maravillas. Estar escondidos en Dios remite a una vida centrada en el Corazón de Cristo, anteponiéndolo a cualquier otro quehacer. Por ello, María Josefa es profundamente contemplativa, alma exquisitamente orante, sostenida por el Amor del Amado; pero también, alma solitaria.

Como buena carmelitana ama y necesita su Comunidad de hermanas. Pocas como ella se afanó por la santidad de su Comunidad y por el progreso espiritual –y material- de otras monasterios de su Orden. Su soledad, en tanto contemplativa, era su fuerza para encarar los muchos trabajos que la Providencia le encargó, que incluso le llevó a Roma para entrevistarse con Juan Pablo II en una delicada tarea concerniente a la aprobación de la santa Sede de las Constituciones de 1581. La Madre María Josefa es un ejemplo de los muchos contemplativos que muestran un despliegue audaz de fuerzas para empresas muy delicadas y numerosas.

Además de su cariz eminentemente contemplativo, la Madre María Josefa supo que la cruz nos lleva al Cielo. En palabras sencillas, afirma: “A la medida del sufrir, será el gozar y para siempre, siempre… Esto de la Cruz y del sufrir no nos acaba de entrar en la cabeza, pero los Santos que viven con la mirada siempre en el Cielo, se enamoraron de la Cruz, no porque sea agradable, sino por lo que nos va a valer”.

Ahora bien, nuestra carmelita sobrellevó su Cruz sin rechistar, con una alegría que sólo puede venir de lo Alto. No sólo no se quejaba de nada –incluso en los momentos de su dura agonía-; ella fue un ejemplo para todos de que la Cruz vivida unida a Cristo es fuente de paz y salvación. Gracias a la oración continua María Josefa se agarraba a la Cruz sin miedo y bendiciendo al Señor. Y sobre todo con esperanza: “Ya pronto nos veremos. Todo pasa en esta vida y sólo queda el amor con que lo hayamos hecho, que no dudo que habrá sido mucho, y le podemos decir al Señor como a San Pedro:«Tú lo sabes todo»”.

Sin duda un modo de vivir santamente la Cruz es ofrecer los padecimientos en consolación al Corazón de Jesús. La devoción al Sagrado Corazón era en María Josefa como el respirar para nosotros. Lo más grande para ella era consolar al Corazón sufriente de Jesús, que llora por nuestras tropelías; con ello, la Madre salvó muchas almas. Sólo Dios sabe las almas que arrebató al maligno la Madre María Josefa. Tengo para mí que nuestra monja sigue haciendo de las suyas desde el Cielo.

Si yo fuera carmelita, María Josefa me ayudaría a recordar una severa enseñanza. Aunque a ella no le hubiera gustado –tan humilde y sencilla era- me atrevería a escribir que fue una auténtica maestra de santidad y sabiduría. La enseñanza es que hay que ser siempre fieles a los orígenes del Carmelo. “Ser fielmente fieles y exactamente exactos”, repetía. La Regla y las Constituciones eran –son- el modo en que el carmelita sigue a Cristo. Dicen los que la conocieron que lo repetía con la dulzura de la amada que mira a su Esposo.

Demos gracias a Dios que suscita entre nosotros hombres y mujeres santos que interceden por nosotros. No lo duden, la sierva de Dios Madre María Josefa del Corazón de Jesús es una de ellas. Una compañera de armas, dolores y alegrías. Son muchos los favores que desde el Cielo ya está haciendo. Si quieren conocerlos o recibir la hoja informativa sobre la causa de su canonización puede el lector dirigirse a

CAUSA DE CANONIZACIÓN SIERVA DE DIOS MADRE MARÍA JOSEFA, monasterio de Carmelitas Descalzas Cerro de los Ángeles, carretera de Andalucía, Km. 13.5, 28908 Getafe (Madrid). También pueden escribir a madremariajosefa@gmail.com o también proceso@madremariajosefa.es

Un saludo.

Calendario de actos de la Coronación

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