Cuando llega junio nuestra Hermandad se viste de gala para celebrar los solemnes cultos previstos en las Reglas en honor de nuestro primer Titular. Es sin duda el mejor motivo que podemos tener para acudir a nuestra sede canónica: la adoración de Jesús Sacramentado. Es, así mismo, causa de alegría inmensa poder compartir la presencia real de Dios en el Santísimo Sacramento del Altar. Y si a esos importantes aspectos, que son el fondo de la celebración, unimos las formas barrocas y cuidadas que sigue esta Hermandad en cuantos cultos lleva a cabo, porque es esa nuestra idiosincrasia (es justo que se cuide y mantengamos esa nota identitaria), tendremos como resultado unas celebraciones rebosantes de devoción, de recogimiento, de sentido, al tiempo que elegantes y medidas sus detalles. Y todo ello con una única finalidad: adorar a Su Divina Majestad.
Cuando el Sacerdote expone la custodia con la Santa Forma en su interior, se arrodilla y pronuncia “Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar”, se está dando continuidad a un rito antiguo, que hemos heredado y que queremos preservar. Da comienzo, con ese gesto, uno de los momentos más emocionantes y enriquecedores que la liturgia depara a quienes estamos llamados a adorar a Jesús.
Nuestra Hermandad, de tan profundas raíces marianas, celebrará gozosa la festividad de María Santísima del Monte Carmelo en breves fechas, y todos disfrutaremos de su presencia en las calles de Alcalá, de su reinado sobre todas las cosas durante esos nueve días en que bajará de su altar para recibir nuestras muestras de amor incondicional. Y efectivamente el templo se llenará de sus devotos. Y nada le restará protagonismo, ni muestras de devoción, como no podía ser de otra manera. Pero por muy grande que sea ese gozo de tenerla tan cerca, nada, absolutamente nada, llegará a ser tan majestuoso, tan gratificante, tan profundo, tan emocionante, como saber que las voces que se elevan entonando el Pange Lingua cada día del Triduo al Santísimo, lo hacen para adorar al mismo Dios, que está en presencia real con nosotros en esos momentos.
Cabe destacar una reflexión que se entregó a los presentes durante el primer día del triduo, y que se titulaba: “Quince minutos para hablar con Dios”, y que recogía el sentido de ese tiempo en que el Santísimo se encuentra expuesto y los allí presentes tenemos la oportunidad de hablar cara a cara con Él.
Tampoco se puede dejar de mencionar el magnífico broche final a estos cultos, que tuvo lugar con la procesión bajo palio (estrenado este año y confeccionado por una hermana de nuestra corporación) del Santísimo Sacramento por el interior del templo y por la bella plaza en la que se encuentra el Monasterio Carmelita que como no podía ser de otra manera, es de Santa María del Corpus Christi, desde cuya clausura, una lluvia de pétalos recibió a Su Divina Majestad después de la bendición llevada a cabo a los pies mismos de la estatua de San Ignacio en un altar efímero montado para la ocasión por nuestra priostía, como también lo fue la decoración floral de la puerta de la iglesia, o del presbiterio que lució adornado con cera roja sacramental sobre candelabros dorados de cinco puntos, flores blancas y rojas, todo ello presentado ante una alfombra cedida por las RR.MM. Carmelitas, sin las que estos cultos solemnes no serían posibles, para mayor realce de los mismos.
Hermano, devoto, feligrés… Si has acudido a estos cultos, gracias y esperamos volver a verte el año que viene (y por supuesto en los demás cultos organizados por la Hermandad). Si no lo has hecho, te invitamos a reflexionar sobre la importancia de lo allí vivido y de corazón te decimos que vengas a adorar a Jesús Sacramentado junto con la Hermandad, pues ciertamente es una de las mayores aspiraciones que podemos tener los creyentes en esta vida terrena.
Cuando el Sacerdote expone la custodia con la Santa Forma en su interior, se arrodilla y pronuncia “Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar”, se está dando continuidad a un rito antiguo, que hemos heredado y que queremos preservar. Da comienzo, con ese gesto, uno de los momentos más emocionantes y enriquecedores que la liturgia depara a quienes estamos llamados a adorar a Jesús.
Nuestra Hermandad, de tan profundas raíces marianas, celebrará gozosa la festividad de María Santísima del Monte Carmelo en breves fechas, y todos disfrutaremos de su presencia en las calles de Alcalá, de su reinado sobre todas las cosas durante esos nueve días en que bajará de su altar para recibir nuestras muestras de amor incondicional. Y efectivamente el templo se llenará de sus devotos. Y nada le restará protagonismo, ni muestras de devoción, como no podía ser de otra manera. Pero por muy grande que sea ese gozo de tenerla tan cerca, nada, absolutamente nada, llegará a ser tan majestuoso, tan gratificante, tan profundo, tan emocionante, como saber que las voces que se elevan entonando el Pange Lingua cada día del Triduo al Santísimo, lo hacen para adorar al mismo Dios, que está en presencia real con nosotros en esos momentos.
Cabe destacar una reflexión que se entregó a los presentes durante el primer día del triduo, y que se titulaba: “Quince minutos para hablar con Dios”, y que recogía el sentido de ese tiempo en que el Santísimo se encuentra expuesto y los allí presentes tenemos la oportunidad de hablar cara a cara con Él.
Tampoco se puede dejar de mencionar el magnífico broche final a estos cultos, que tuvo lugar con la procesión bajo palio (estrenado este año y confeccionado por una hermana de nuestra corporación) del Santísimo Sacramento por el interior del templo y por la bella plaza en la que se encuentra el Monasterio Carmelita que como no podía ser de otra manera, es de Santa María del Corpus Christi, desde cuya clausura, una lluvia de pétalos recibió a Su Divina Majestad después de la bendición llevada a cabo a los pies mismos de la estatua de San Ignacio en un altar efímero montado para la ocasión por nuestra priostía, como también lo fue la decoración floral de la puerta de la iglesia, o del presbiterio que lució adornado con cera roja sacramental sobre candelabros dorados de cinco puntos, flores blancas y rojas, todo ello presentado ante una alfombra cedida por las RR.MM. Carmelitas, sin las que estos cultos solemnes no serían posibles, para mayor realce de los mismos.
Hermano, devoto, feligrés… Si has acudido a estos cultos, gracias y esperamos volver a verte el año que viene (y por supuesto en los demás cultos organizados por la Hermandad). Si no lo has hecho, te invitamos a reflexionar sobre la importancia de lo allí vivido y de corazón te decimos que vengas a adorar a Jesús Sacramentado junto con la Hermandad, pues ciertamente es una de las mayores aspiraciones que podemos tener los creyentes en esta vida terrena.